Ilustración del dedo meñique, dedo gastronómico afeminado y cursilón
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HASTA LA COCINA 312
EL DEDO MEÑIQUE
Texto: José Manuel Vilabella.
Ilustración: Máximo Ribas.
El dedo meñique es un dedo gastronómico que en ocasiones se dispara y convierte al comensal en caballero afeminado y cursilón. Hará bien el gastrónomo en vigilar al dedo meñique para que no se desmande y le deje en evidencia delante de las visitas. El más pequeño y delicado de los dedos deberá ser higiénico, llevarse bien cuidado, pulcro, nunca de luto y a no ser que su propietario sea gañán asilvestrado e irredento, absténgase de utilizarlo para sacarse el cerumen de las orejas con la uña larga acondicionada para tal menester.
Tal y como movamos las manos y manejemos los dedos seremos considerados en el riguroso mundillo de la urbanidad culinaria como un caballero de cuna, un señor de mérito de vasta cultura adquirida y agradable trato social, una autoridad eclesiástica, un militar con o sin graduación, un comensal vulgar, sin interés, ajada corbata y terno sin mérito o un maleducado indeseable. Por sus obras y por sus dedos meñiques los conoceréis. Si es usted arzobispo, cardenal e incluso papa puede permitirse el lujo de utilizar el meñique de forma ambigua, con curvaturas sospechosas y maneras poco varoniles. Es el privilegio de las faldas, de las coronillas tonsuradas y del discurso melifluo. Pero, ojo, si sus dignidades son castrenses y cubre su pecho un variado surtido de condecoraciones, cuídese muy mucho de que el dedo le quite bríos a su aspecto de guerrero; si fuese necesario ampútese el apéndice infamante sin mayores miramientos. Los militares, cuando toman el negro café con pingarates en la sala de bandera, se burlan con crueles obscenidades de los que se atreven a arrastrar por el fango el honor del regimiento con un vergonzoso meñique enhiesto y en erección indecorosa.
En los banquetes que exijan el ritual de chuparse los dedos, lo que indica abundancia de viandas, alegría, rasgueo de guitarras, acompañamiento de violines y canciones corales, deberá hacerse con pulcritud y urbanidades sencillas. Chúpense los dedos por orden alfabético sin demorarse demasiado en el gordo para no parecer retrasado o mamoncete. Nada dice la liturgia sobre la higiene salivar del dedo meñique pero si advierten los cánones tridentinos que el perfecto monaguillo se abstendrá de metérselo en la nariz, en la sagrada misa, para buscar y capturar la indecente pelotilla.